domingo, 7 de octubre de 2012

Ser de agua

No tengo memoria de mi origen.

Las lunas se suceden en la húmeda orilla del lago con la única tregua que les conceden las neblinosas noches otoñales y los oscuros y prontos ocasos del gélido invierno. Admiro la sombra nocturna de mi amado tejo, superviviente del arrollador incendio que oscureció las aguas de mi hogar hace centenares de años. Él reina majestuoso sobre los carballos que me prestan sus ramas para el descanso de mis entumecidas articulaciones mientras el tiempo se dilata esperando arteramente la llegada del ser que deseo para saciar mis ansias, al que seduciré con dulces melodías e hipnóticos bailes sensuales que lo despojarán de albedrío. Lo encandilaré con la desnudez de mi piel nívea y el serpenteante encanto de mi cuerpo apenas disimulado por mis largos y ondulados cabellos plateados, mesados pacientemente por ágiles dedos de melusina ávida de inmortalidad.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Manos sucias

Es curioso cómo se manifiesta en ocasiones la repulsión o el rechazo por la otra persona.

Durante mucho tiempo la hora de acostarnos se convirtió en un verdadero tormento. Sobre todo al notar la proximidad de su cuerpo desnudo y pesado combando el colchón hacia su lado de la cama. No podía evitar mantenerme especialmente alerta ante cualquier intento de incursión de su mano hacia mis partes más íntimas, así que cerraba fuertemente las piernas y me colocaba boca abajo para protegerme. Más de una vez estuve a punto de caer de la cama de tanto aproximarme al borde para evitar el contacto de su cuerpo, que me repelía.

lunes, 1 de octubre de 2012

Malos tiempos para la lírica

1987.

Sospecho la razón por la que acuden a mi memoria los versos adormecidos y recónditos que impregnaron de melancolía aquella clase de Lengua, en la que un tan ilusionado como iluso profesor pretendía enseñarnos a declamar con más o menos arte, sentimiento e histrionismo un poema de nuestra elección. Irónicamente, entre la Canción del Pirata y los versos de Neruda, me permití colar subrepticiamente, escoltado por risitas socarronas y muecas de extrañeza, un poema sin palabras de amor desesperado ni bergantines, que no tocaba la fibra del corazón sino la de la mente. Un poema que elegí porque, cuando lo descubrí por primera vez, uno o dos años antes, ya su autor me había impresionado con la desnudez de sus versos. Ya entonces, adolescente introvertida pero ávida de ideales motivadores, me había identificado con sus valores tintados de ingenuidad, había intuido que su inconformismo era el camino que debía seguir, y había descubierto con él que a veces es necesario distanciarse del sentimentalismo y la belleza superflua. Me fascinó su sencillez y me impactó la cruda realidad que retrataba en su ópera de tres centavos.

El camaleón

Bebe tiene unos dieciocho años, mirada ingenua y generosa. Es algo tímida, aunque sociable y llena de curiosidad por el mundo que la rodea. Quiere aparentar seguridad, y se muestra atrevida y valiente, con la temeridad propia de su edad, pero a la vez prudente, reflexiva y responsable. Sin embargo, no deja de parecer una niña; todo el que la conoce siente el impulso de protegerla. Le falta experiencia, pero está ávida de emociones. Sus lecturas sobre viajes por el norte de África llenan su fantasía de imágenes de dunas y siluetas de los "hombres azules" de Goulimine, con la piel desteñida por el sudor del color de los pañuelos con que cubren su cabeza y tapan su rostro para protegerlo de la arena.

sábado, 29 de septiembre de 2012

El balneario (I)

Bien entrada la madrugada, salimos de la autovía y cogimos la desviación hacia el río, donde se encontraba el balneario. Era noche cerrada y estaba lloviendo, como era habitual en Lugo, pero eso le daba un cierto aire mágico. De eso se trataba, de dejar atrás el asfalto, la contaminación y el bullicio de la gran ciudad para adentrarse en ese remanso de paz y peldaño a la naturaleza situado junto al Miño. No era mi ideal, yo que siempre había sido mochilera y dispuesta a hacer vivac en los sitios más inauditos, cementerios incluidos. Pero esto era lo más parecido a un término medio entre el camping y el hotel en el centro por el que hubiera optado él a priori. A un tiro de piedra de la zona de marcha en coche, pero suficientemente alejado del jaleo. Solo una luz mortecina iluminaba la entrada y ahí nos dirigimos, cargados con nuestras bolsas y cubriéndonos las cabezas con los impermeables.

jueves, 27 de septiembre de 2012

El amigo turco

Londres, otoño de 1991


Eran las diez de una noche húmeda y brumosa, y pocos coches transitaban la calle. Yeter se aproximó a la cabina y, tras asegurarse por enésima vez de que no había nadie en las inmediaciones, sacó unas monedas del bolsillo y marcó el número de teléfono de su casa, en Estambul. Llamaba dos o tres veces por semana y podía permitírselo porque habían descubierto un truco que les permitía llamar prácticamente gratis. Solo debían tener cuidado de no hacerlo en su barrio, y de no repetir siempre en la misma cabina ni a la misma ahora para no correr riesgos. De todos modos, difícilmente nadie iba a perseguir un pequeño delito como ese habiendo cosas mucho más serias de las que preocuparse. Solo era una pequeña travesura más.

La turista alemana

Rilke por fin puede gozar de unos momentos de relax en la playa. Soñaba con venir al Mediterráneo turco desde hacía tiempo. Antes de casarse era una auténtica trotamundos, había recorrido parte de Europa con la mochila a la espalda y echaba de menos su pasión de juventud, la escalada. Le encantaba sentir cómo la adrenalina mantenía sus sentidos alerta y sus músculos tensos al máximo cuando se enfrentaba a una pared casi vertical y tenía que buscar un resquicio en el que apoyarse con la punta del pie o donde aferrarse con la mano. Sin embargo, su trabajo de funcionaria era todo lo contrario, monótono y aburrido, y había tenido que dejar los viajes y la escalada a raíz de sus embarazos y las largas ausencias de su marido, que la obligaban a dedicar todo su tiempo a sus hijos casi en solitario. Su vida social se limita a alguna que otra barbacoa en los parques de Bremen con otros amigos, siempre rodeados de niños de los que no puede descansar ni un minuto. Tiene tres chicos. No es que quisieran realmente tres, es que el tercero fue un intento infructuoso de "a ver si esta vez sale niña". Por suerte, ha podido disfrutar de ellos a tiempo completo casi todo este tiempo, y solo recientemente se ha reincorporado a su trabajo en la administración local. Pensaba que sería un alivio de su trabajo de madre a jornada completa pero lo único que ha conseguido es cargarse aún con más obligaciones. La vida no le da para tanto. Su marido es un encanto cuando está. Pero es que casi nunca está. Debido a su trabajo, se pasa la semana viajando y no puede contar con él. A Rilke le encantaba viajar y no pensaba que tener hijos fuera un impedimento, pero en la práctica sí lo es. Por problemas de agenda de su marido y del colegio de los niños han estado aparcando durante años la posibilidad de hacer esa escapada a Turquía, que por una razón u otra no hacían más que postergar de un año al siguiente.